El presidente de Perú Pedro Castillo, firmó un proyecto de ley que presentó el lunes al Congreso para que se someta a referéndum la convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente, con el objeto de redactar una nueva Constitución para Perú.
Dicha propuesta, que había sido su principal oferta electoral y que había venido posponiendo, termina lanzándola en un momento en que su gobierno parece muy débil y aún no se prevén las consecuencias de su llamado.
Y es que, en una jugada sorpresiva, Castillo, en medio de un asedio inédito de los grupos de poder peruanos, decidió girar hacia la izquierda y en consonancia con los sectores más radicales de su gobierno –como lo es su partido Perú Libre– ha lanzado la propuesta de un cambio constitucional.
Castillo ha tenido que disolver tres gabinetes en menos de diez meses, que es lo que lleva su gestión, y ha tenido que enfrentarse a una poderosa oposición dirigida por la oligarquía limeña, con sus medios y poderes fácticos en constante agresividad, sin permitirle luna de miel alguna al comienzo de su mandato y tratando de facturarle una moción legislativa en dos oportunidades.
Por un lado, Castillo da un paso que podría ser crucial y era demandado por los sectores que le apoyan. Pero, por otro, escandaliza a los moderados que habían representado su mayor soporte en el Congreso bloqueando las propuestas de ‘impeachment’.
Justo cuando se cierra toda salida al conflicto político, el líder saca a relucir esta idea que parecía guardar bajo la manga. Por supuesto, la iniciativa polariza a Perú.
Por un lado, da un paso que podría ser crucial y era demandado por sectores radicales que le apoyan. Pero, por otro, escandaliza a los moderados que habían representado su mayor soporte en el Congreso bloqueando las propuestas de ‘impeachment’ que se le han realizado desde los partidos de derecha, pero que los moderados hasta ahora han rechazado de manera sistemática.
Reacciones de la oposición
La sola mención o intención, aunque conducida por caminos institucionales como el Congreso, de querer cambiar la Constitución de 1993, que data de los tiempos de Alberto Fujimori, provoca un duro escozor en la política peruana. Es una especie de «línea roja» que seguramente traerá confrontación y genera las posibilidades de una escalada del conflicto e incluso de un «derrocamiento legislativo» del presidente, aunque también puede disparar las manifestaciones de calle a su favor.
Lo más difícil, para Castillo, está en la forma que los sectores moderados metabolicen su propuesta, ya que estos pueden variar su postura de sostenimiento del gobierno –que hasta ahora han hecho efectiva– bloqueando un juicio político u ofreciendo votos de confianza a ya cuatro primeros ministros nombrados.
La «salida Venezuela» (que más bien podría ser «chilena» por cercanía temporal y geográfica), como se califica la propuesta constituyente en palabras de la oposición peruana y especialmente de la presidenta del Congreso, María del Carmen Alva de Acción Popular, se ha terminado de disparar en el imaginario del status quo peruano, especialmente limeño.
La legisladora extrema su discurso contra el presidente, después de haber tratado de mediar entre la derecha radical y las variopintas versiones del ‘castillismo’ que desfilaron por el Congreso pidiendo votos de confianza. Esta vez, Alva va radicalizando su discurso: «Este señor [Pedro Castillo] no está preparado para gobernar (…) sabemos bien lo que quiere, desde el primer día se sabía que el objetivo era cerrar el Congreso».
Muchos voceros de diversos partidos y sectores conservadores han catalogado la propuesta de «inconstitucional» e «improcedente» y han decido enfrentarla abiertamente, lo que puede producir una trepada del conflicto político.
Ya el 22 de abril, el general Oscar Arriola, de la dirección contra el terrorismo (Dircote), dijo que había solicitado la detención de Vladimir Cerrón, secretario general del partido Perú Libre que llevó a Castillo al poder.
Esta propuesta amalgama más a los partidos de oposición y es probable que ahora puedan conseguir los votos necesarios para una moción de censura contra el presidente.
Cerrón ha venido dándole impulso a la idea de la constituyente en algunas manifestaciones recientes. Es el líder del sector radical que apoya a Castillo; un sector que ha perdido fuerza a raíz de la salida de Guido Bellido, el primer ministro que renunció en octubre a las pocas semanas de haberse juramentado.
Es decir, la propuesta legislativa puede producir, como respuesta conservadora, la persecución política y el «terruqueo», como se llama en Perú al intento de criminalizar cualquier crítica política desde la izquierda.
Para tratar de obstaculizar esta iniciativa, el Jurado Nacional de Elecciones (JNE) aclaró que la convocatoria a un referéndum para aprobar un cambio constitucional requiere de lamayoría absoluta del Congreso.
Por su parte, el Congreso peruano anunció este martes que enviará a su Comisión de Constitución el proyecto de reforma constitucional, pero este no parece contar con los votos requeridos para ser aprobado en esta instancia.
Parece obvio que si no toma otro rumbo, el Congreso va a parar cualquier iniciativa en este sentido. Además, esta propuesta amalgama más a los partidos de oposición y es probable que ahora puedan conseguir los votos necesarios para una moción de censura contra el presidente.
El impacto en sectores de izquierda
Pero para los sectores radicales de izquierda permite subir la llama de la presión, especialmente la del conflicto social, ante un gobierno que se ve extraviado y que no logra proyectar su principal oferta electoral: el cambio constitucional.
Queda en suspenso si la constituyente es una propuesta para mantener caliente las expectativas sobre la oferta electoral que llevó a Castillo a la silla presidencial o si es un nuevo paso errático del presidente.
Para el gobierno, acostumbrado a «rectificar», puede ser un saludo a los sectores radicales a sabiendas que no tiene fuerza real para ser aprobada por el Congreso.
De esta manera, la iniciativa presidencial cataliza el conflicto y lo lleva a un escenario más complejo, debido a que el presidente pasa la franja roja que habían dibujado varios sectores políticos opositores: el llamado a Asamblea Constituyente.
Por todo esto, queda en suspenso si la constituyente es una propuesta para mantener caliente las expectativas sobre la oferta electoral que llevó a Castillo a la silla presidencial o si es un nuevo paso errático del presidente, que ha tenido que desdecir y deshacer varias de sus propuestas.
Lo cierto es que, una vez atravesada la línea que la derecha considera roja, entonces el conflicto político toma un nuevo tenory es posible que la articulación de la derecha con sectores moderados para sacar a Castillo comience a ser una posibilidad real, aunque también se abre la vía para que sectores sociales progresistas retomen la bandera constituyente y apoyen la propuesta de Castillo.
Aunque en Perú «todo es posible» y Castillo sea «un misterio», lo que es seguro es que la iniciativa que ya está en el Congreso va a avivar el «entusiasmo» político y acelerar, los próximos días, nuevos acontecimientos en el marco de una mayor crispación.