No podemos hablar de los años 80 en México sin hacer referencia al amor ardiente, apasionado, agresivo y escandaloso que vivieron Lupita D’Alessio y el chileno Carlos Reinoso desafiando al mundo.

No ha vuelto a existir una relación tan explosiva entre una cantante/actriz y un ídolo del fútbol como la surgida entre Lupe y el mediocampista. Para empezar, ambos estaban en otras relaciones cuando se conocieron — ella ya estaba en las últimas de su primer matrimonio con Jorge Vargas, el padre de sus hijos mayores, con quien se casó a los 17 años, y él andaba de novio con Verónica Castro, a la que supuestamente empujaría de un coche en movimiento, pero esto es solo parte de la leyenda y no consta más que en declaraciones de la Leona dormida herself– y el que se fueran a vivir su pasión a los cuatro vientos fue un escándalo porque en esa época simplemente eso no se hacía (o al menos no se hacía así).

Lupita fue duramente criticada: ¡cómo se atrevía! Abandonar a su marido de un día para otro (aunque esto es relativo: sí, botó a Vargas de repente, pero el matrimonio venía haciendo aguas desde hacía años y ya se habían separado en más de una ocasión), y a sus hijos. Lo que más le podía a la D’Alessio era que la acusaran de mala madre y de haber dejado a sus hijos, Ernesto y Jorge, que entonces eran muy pequeños, por placer, ya que esto no es del todo cierto y las circunstancias no se dieron así.

En realidad, tanto la sociedad como los medios se ensañaron duro con la intérprete de ‘Mudanzas’, porque la juzgaban como una adúltera y una «mala mujer»; de hecho, el juez de lo familiar que llevó su divorcio de Vargas hizo algo insólito para el momento: otorgó la custodia total al padre, cuando usualmente se suele favorecer a la madre. Por otro lado, los medios la cuestionaban severamente — incluso, causó mucho revuelo cuando Lupita le respondió a Paty Chapoy durante una entrevista realizada en Acapulco, donde vivía con Reinoso, que los medios mexicanos eran unos «santurrones» por darse golpes de pecho ante el simple hecho de que ella estaba viviendo su vida como mejor le parecía.

Ahora bien, para que se den una idea de cómo era de injusto el tema, mientras Guadalupe Contreras Ramos era pasada al paredón y criticada por media humanidad, incluyendo su padre, el célebre cronista deportivo Alfonso D’Alessio (que le retiró el habla por varios de los años que Lupe «vivió en pecado» con Reinoso), al mediocampista del club América prácticamente no le pasó nada, hasta que se puso muy divo y Emilio Azcárraga lo mandó llamar a su oficina en San Ángel para decirle que en el Club América no había NADIE más importante que el Club América y sin mayor ceremonia lo despidió, y eso no tuvo nada qué ver con que viviera en concubinato con una mujer que lo había dejado todo por él.

Sin embargo, esa clase de amores tan intensos, tan notorios, tan de-boca-en-boca, no suelen ser duraderos y el de la D’Alessio con el chileno duró bastante para lo que era: estuvieron juntos cuatro años, hasta que sucedió lo que muchos consideran imperdonable: Reinoso volvió a salir con la Castro, para disgusto mayúsculo de su amante, que había puesto tanto en la línea de fuego para que le saliera con esas, así que en un arrebato de celos y despecho, la Lupe se enredó con el futbolista uruguayo Julio Canessa, que era aún joven y algo inexperto y lo hizo casarse con ella en una ceremonia muy rumbosa y concurrida, que significó el «perdón» otorgado por la comunidad artística nacional a su oveja negra, que había enmendado la senda… aunque no duró mucho, ya que a menos de un año ya se habían separado y al año dos meses ya estaban divorciados.

Lupita ha sido cándida al hablar acerca de este punto en particular en su vida: ella estaba despechada y colérica y se agarró del primero que se le atravesó en el camino y ella no buscaba quién se la debiera, sino quién se la pagara y se aprovechó de la juventud y la inocencia de Canessa, al que dejó casi de inmediato porque (aunque dice que lo intentó) no lo quería, y de hecho, le resultaba oneroso estar casada con alguien con quien nada tenía en común. Hoy en día, ella y Canessa tienen una relación cordial cuando llegan a coincidir (que es casi nunca) y ella públicamente se ha disculpado por haberlo «usado», cosa que él tomó con bastante gracia, dadas las circunstancias.

Eventualmente tanto la D’Alessio como Reinoso rehicieron sus respectivas vidas, y nunca volvieron a cruzarse, pero lo mismo, dejaron huella e hicieron, para bien o para mal, historia en la vida pública mexicana, ya que nadie, como ellos, se había atrevido a vivir su pasión de esa manera.

Por Ericka

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